La reforma educativa en Uruguay (1995-2000): virtudes y problemas de una iniciativa heterodoxa.
La reforma educativa en
Uruguay (1995-2000): virtudes y
problemas de una iniciativa
heterodoxa.
Jorge Lanzaro
A. Reforma
En resumen, la reforma impulsada por la ANEP durante el segundo gobierno
de Sanguinetti se inscribe en los procesos de cambio que han venido
experimentando los sistemas educativos de América Latina en los últimos años. Si bien la reforma uruguaya
comparte con sus pares regionales algunas características definitorias comunes
(preocupación por la calidad y la equidad de la enseñanza, incremento de la
inversión pública, discurso técnico asumido por las autoridades), ella presenta
a la vez una serie de rasgos que permiten catalogarla de
"heterodoxa". El
programa reformista definido por las autoridades educativas uruguayas
establecía, entre varias líneas de acción, cuatro metas principales:
•
universalizar la educación inicial (4 y 5 años) mediante el aumento de la
oferta pública;
•
extender la educación primaria o básica de tiempo completo en los contextos más
carenciados;
• reformular el currículum de Educación Media,
incrementando la carga horaria;
•
extender la formación de profesores en el interior del país, buscando así
mejorar la calidad de enseñanza media y abrir espacios de educación terciaria para
jóvenes de bajos recursos.
La ejecución de estas líneas de acción vino a
ampliar el peso del estado en la educación, no sólo
por el incremento del gasto
público registrado entre 1995 y 1998, sino fundamentalmente por la
expansión de
la oferta educativa pública, a través del avance del sistema ANEP en la
prestación
directa de servicios.
Las evaluaciones que se han realizado
enfatizan esta característica distintiva de la reforma uruguaya (Braslavsky
2000, Mancebo et alt. 2000).
En ningún momento las autoridades educativas
contemplaron la posibilidad de lograr los objetivos señalados recurriendo a instrumentos de corte liberal o del llamado "paradigma emergente":
básicamente, la participación de instituciones privadas, el régimen de
subsidios y la descentralización de la gestión educativa.
Este rasgo “heterodoxo”
que distingue a la reforma uruguaya deriva del cuadro político en el que se inscribe, en
el que – como hemos señalado - juegan de manera determinante los siguientes factores:
a) La competencia
política entre los partidos y los sectores de partido, dentro de un esquema de pluralismo
moderado, tanto por el número de unidades que componen el sistema, como por la
distancia ideológica que los separa, que no da lugar a tensiones de
polarización.
b) La posición de centro
que cultiva el Presidente Sanguinetti y su sector partidario (“Foro Batllista” del
Partido Colorado), en la campaña electoral de 1994 y luego como cabeza del gobierno
en el período 1995-2000. Una posición que se ve afianzada por el perfil
de la coalición de gobierno que se conforma con el Partido Nacional (en el cual
predomina a su vez el sector más próximo al centro) y que se traduce en las
estrategias de compromiso – precisamente centristas – que animan la acción gubernamental y
las iniciativas de reforma durante el período de referencia.
c) En base a esto, habrá
asimismo una alianza con profesores y especialistas de provenientes de la
izquierda moderada – que participan en el proceso con distintas funciones y grados de
responsabilidad - así como un apoyo inicial de sectores partidarios y gremiales
de esa filiación, que posteriormente pasarán a colocarse en tesituras de oposición,
de distinta intensidad.
d) La ecuación particular
de liderazgo que moldea la reforma, que se funda en el enlace político e
ideológico entre el Presidente y el Director de Educación. Aquí se anuda la autoridad del
centro presidencial y su composición de gobierno, con el activismo “jacobino” e
incluso “beligerante” del principal responsable directo de la educación pública, un
especialista calificado, que oficia como “intelectual reformista”.
e) La
combinatoria de los factores indicados en los apartados anteriores se refleja a
su vez en
la integración del órgano colegiado de dirección de la ANEP (CODICEN) y de los
elencos que ocupan los cargos de jerarquía en las diferentes reparticiones competentes,
en particular en aquellas que operan como usinas académicas o centros neurálgicos de decisión para la puesta en obra de los programas de reforma.
f) A ello se agrega como
pieza fundamental, el aporte técnico y el precedente de legitimación que
provienen de la acumulación realizada anteriormente en esta materia por la Oficina de
CEPAL en Montevideo, mediante la actuación de un equipo de expertos
dirigidos por quien sería luego el Director de Educación, con una cartera de estudios
empíricos y de orientaciones programáticas que luego respaldan y moldean las
políticas públicas de reforma educativa.
g) Como elemento
coadyuvante significativo, hay que tener en cuenta el hecho de que las orientaciones de la
reforma y particularmente su vocación estatista, se anudan con los fondos de cultura
y las configuraciones de opinión pública que derivan de las matrices
tradicionales del sistema educativo uruguayo, amasadas desde el building
originario, desde fines del siglo XIX en adelante.
Lo cual se compagina con
los formatos de estado y los modelos de acción gubernamental que caracterizan los
derroteros del siglo XX. Sin perjuicio de las innovaciones que aportan – que
son de importancia - los diseños reformistas de la década de 1990 se conectan
por lo demás con los planes articulados por el desarrollismo vernáculo en la
década de 1960, en una atadura sugerente y con una coincidencia que alcanza a
los basamentos sustantivos y a los propios actores participantes (incluyendo al
mismo Director de Educación y a otros protagonistas de relevancia).
B.
Ejecución
La ejecución del programa
reformista optó por una estrategia de "by-pass", que implica a
su vez el propósito de
generar y también dar asentamiento a nuevas instituciones de planeamiento y de
gestión. A estos efectos se procedió a:
Reforzar tres programas con financiamiento externo (del BID o del Banco
Mundial), que venían del período de
gobierno anterior: Programas MECAEP, UTU/BID y FAS/ANEP.
Crear una nueva oficina, paralela a la estructura de la burocracia
regular, a fin de canalizar la
modernización de la educación secundaria: Programa MESyFOD.
A su vez se fueron inaugurando uno a uno los CERP regionales y se
instituyó la Secretaría y el Centro de
Capacitación y Perfeccionamiento Docente (como parte del MESyFOD): una gran usina
de formación y reciclaje del personal docente, que obró como uno de los núcleos
estratégicos más importantes de la armazón reformista y tuvo desde el origen vocación
de innovación y permanencia.
La apuesta a estos
instrumentos generó varios frentes simultáneos de oposición y resistencia.
De hecho, los sindicatos
de maestros y profesores convirtieron a estos programas y a los equipos
técnicos que en ellos trabajaban en uno de sus blancos predilectos, condenando
a los miembros permanentes del plantel de funcionarios docentes e incluso a
algunos dirigentes gremiales, que actuaron como “colaboracionistas” en los
programas que la refoma puso en práctica.
1. El
recurso a los programas externos como vehículo de las innovaciones tuvo
resultados palpables
en referencia a los objetivos propuestos por el gobierno y las autoridades de
la enseñanza.
Así se desprende de los datos presentados en el capítulo 5 de este trabajo, los cuales
muestran saldos netamente positivos, en lo que respecta a la expansión de la cobertura
en educación pública y en formación docente, en términos que implican algunas reformulaciones
curriculares. Es posible concluir que estas medidas permiten un cierto avance
en el plano de la equidad, quedando en pie las interrogantes con respecto a los logros
en materia de calidad.
2. De todos modos, la
opción por las prácticas de by pass pudo afectar o comprometer la continuidad y la
consolidación institucional de algunas de las innovaciones de la reforma, incluso en el corto
plazo. En este sentido, basta asomarse a las dificultades que han enfrentado en el
siguiente período de gobierno, por un lado, la reforma curricular del Ciclo Básico de Educación
Media ("Experiencia Piloto" o "Plan 1996") y por otro lado,
la política de expansión de
la formación de profesores a través de los CERPs, así como la misma proyección de la
Secretaría y el Centro de Capacitación y Perfeccionamiento Docente. En esto juegan
los factores de orientación política y también las dificultades para mantener
las dosis de financiamiento externo e interno que los programas de reforma requieren.
3. Desembocamos aquí en
los debates clásicos y las preguntas inevitables, acerca de los vicios y virtudes de las
estrategias de reforma. El problema de la “sustentabilidad”, que en primer lugar depende de
las posibilidades de mantener un determinado rumbo político a largo plazo (long
tenure), más allá del período de gobierno en que se produce el lanzamiento inicial,
teniendo por delante los requerimientos de estabilización y a su vez la profundización de los
programas de reforma. Ligado a ésto y como una faceta crucial de las alternativas de
continuidad, surge el cotejo de las estrategias de “shock” o de “by pass”, con
las estrategias que “gradualistas” o incrementales, que navegan por la
negociación política de
los planes de acción, tratan de reformular los propios organismos regulares y los cuerpos
burocráticos especializados, procurando por otros caminos la sedimentación
institucional de los procesos de reforma.
4. Para responder a estas
interrogantes –más allá de la discusión teórica sobre los modelos de reforma– sería preciso
avanzar en la investigación de las políticas aplicadas por las autoridades que tomaron
la posta en el período siguiente (2000-2005), las cuales mantuvieron las líneas generales
de la reforma, pero con otra metodología política, una cadencia más moderada y
menos conflictiva, bríos acotados y algunas correcciones en el curso reformista. Hay
aquí una sintonía de continuidad, en la que se marcan no obstante las variaciones, teniendo
en cuenta que estamos ante una coalición de gobierno formada por los mismos partidos,
pero con una ecuación diferente en lo que toca a los sectores partidarios que la
componen, el perfil presidencial, la integración del organismo rector de
la enseñanza y la figura
de su director. Ello se asocia a su vez a un cambio en la voluntad política y a las
dificultades económicas sobrevinientes. Ambos elementos conjugados producen efectos
restrictivos en los montos de inversión, el gasto y el endeudamiento público en el sector
educativo, afectando de hecho la multiplicación y la ampliación del “reformismo permanente”.
5. Por añadidura, queda
pendiente una pregunta a futuro en la medida de que existen serias posibilidades de una
alternancia, que lleve a la izquierda al gobierno en las elecciones nacionales de 2004. Si
esto llegase a ocurrir efectivamente, la izquierda encontrará en este
terreno uno de sus
desafíos más severos y habrá que ver que políticas aplican en materia de educación los sectores
partidarios que en el ciclo de reforma que reseñamos mantuvieron una actitud
de cierta duplicidad. Ubicándose en la oposición, con dejos radicales o moderados,
contrarios a los mecanismos de by pass y a algunas de las medidas sustantivas. Pero con un
disenso acotado, por las mismas características de las políticas aplicadas. En particular,
por su estatismo y el fortalecimiento de la educación pública, con esa impronta
heterodoxa, que supo ir contra las corrientes dominantes en los lances contemporáneos de América
Latina.
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