RELACION ESTADO - SOCIEDAD - EDUCACIÓN. - Conceptualizaciones acerca de las relaciones Estado- Educación
1. ESTADO Y EDUCACIÓN: UNA RELACIÓN HISTÓRICA
Las relaciones
del Estado con la educación no pueden comprenderse sin al menos un breve
análisis de la evolución histórica de las interconexiones entre el poder del
Estado y la educación. Durante la Edad Moderna, como en el pasado medieval, se
considera a la educación popular como una prerrogativa de las iglesias
confesionales, o como mucho, de las autoridades locales. Dada su incidencia en
la formación de las clases dirigentes el Estado presenta un mayor interés por
la educación superior, aunque ésta, básicamente, sigue respondiendo a la vieja
demanda medieval de teólogos y juristas.
1.1. EL ESTADO LIBERAL Y LA EDUCACIÓN
Las
relaciones del poder del Estado con la educación cobran una mayor relevancia en
los siglos XIX y XX, a partir de los sucesos de 1789. La aparición de un Estado
liberal primero, basado en la división de poderes y en los derechos naturales
del hombre, democrático después, consolidado hoy en una democracia liberal en
diversos continentes, desencadenaron una honda transformación de las relaciones
del Estado con la educación. El Estado liberal configura, en el continente
europeo, un artificio político, el Estado, que se opone a lo que considera
verdaderamente real, que es la sociedad. El pensamiento liberal predicó un
abstencionismo general del Estado, éste no tiene que intervenir directamente,
sólo debe garantizar los derechos del ciudadano asegurando el orden, para que
las fuerzas sociales y económicas puedan desenvolver libremente todas sus
posibilidades. Según estas premisas se podría esperar una intervención mínima
del Estado en la educación. Sin embargo no fue así. Posiblemente la paradoja
liberal en este campo parte de la nacionalización de los bienes eclesiásticos
el 2 de noviembre de 1789. Dos actividades importantes, la atención a los
pobres y la educación, financiadas fundamentalmente por la Iglesia católica
gracias a las rentas derivadas de los bienes eclesiásticos, quedaron
desatendidas, siendo encomendadas dichas funciones, por la decisión soberana de
la Asamblea francesa, al Estado. La conversión revolucionaria de la educación
en un servicio público, excepción al dogma liberal clásico, no fue una
improvisación de los constituyentes franceses sino el resultado de un
desarrollo ideológico impulsado por los ilustrados que venían propugnando,
desde mitad del siglo XVIII, una educación uniforme y laica bajo la protección
del Estado. Ahora bien, es importante señalar las diferencias cualitativas
entre Ilustración y Revolución. Para los ilustrados franceses la educación
pública es todavía estamental; los conocimientos del pueblo no debían ir más
allá de lo que exigían sus ocupaciones. Son los constituyentes los que toman la
decisión revolucionaria decretando que la educación debe articularse en un sistema
público, abierto a toda la población, atento a las necesidades de la sociedad,
organizado y controlado por el Estado. No obstante la Constitución francesa de
1791, si bien consagra la creación de un sistema público de enseñanza,
estructura la educación mediante dos grandes tramos de enseñanza, destinados a
poblaciones diferentes. Una enseñanza primaria, gratuita, pero de carácter
terminal que obstruía el acceso a cualquier otro tipo de educación formal, y
otra, dirigida hacia la educación secundaria y superior para las elites
procedentes de la burguesía. Se trata de un sistema educativo que se
corresponde con la nueva sociedad de clases surgida de la Revolución, un
sistema educativo que actúa como instrumento reproductor de estratificación
social, de opresión y de desigualdad social. A la fase liberal de la Revolución
le sucede otra de carácter jacobino cuyo énfasis se pone en la igualdad. Se
defiende que la instrucción es necesaria a todos, que la educación no puede ser
atributo de ningún grupo social y que debe ser asumida por el Estado a fin de
hacer efectivo el principio de igualdad. Es, por tanto, una concepción de la
educación como derecho del ciudadano y como responsabilidad del Estado. El
fracaso de los jacobinos llevó consigo el retraso de las propuestas
igualitarias que surgen de nuevo en las sociedades europeas en el siglo XIX,
con la tendencia a la universalidad de la enseñanza elemental, a la ampliación
progresiva de la escolaridad obligatoria, a la gratuidad por medio de la
financiación pública y al progresivo enriquecimiento del currículo de la
enseñanza básica. Estas conquistas sociales a lo largo del siglo XIX chocaron
durante dos siglos con la vieja concepción de que cada individuo nace con un
lugar asignado en la sociedad, fijo e inmutable que responde en realidad a una
mentalidad aristocrática y estamental muy arraigada que persistió en las filas
liberales. La clase dirigente veía con recelo una educación que podía poner en
peligro el equilibrio de la estructura social. La creación de los sistemas
educativos nacionales se hicieron en todo el mundo con grandes resistencias
entre las que ocupa un lugar relevante la de las propias Iglesias. No en vano
la Iglesia había sido el principal titular del monopolio de la educación formal
y no podía ver con buenos ojos a su principal competidor. En general todas las
iglesias más o menos, fueron hostiles a la educación pública y propagaron la
doctrina de que el Estado debía abstenerse de intervenir en la educación,
encomendando la enseñanza a la iniciativa privada, convirtiéndose por tanto en
defensores de la libertad de enseñanza. Muchos historiadores de la educación
opinan que el diferente desarrollo de los sistemas públicos de educación es
consecuencia de la lucha por el poder de los diferentes grupos sociales y
políticos en cada momento, y que la distinta intervención del Estado en la
educación, como subraya Andy Gren, explica el diferente grado de desarrollo de
los sistemas educativos nacionales. Hay también bastante acuerdo en la
consideración de que los sistemas públicos de todos los países occidentales
respondían a un triple objetivo: formar la identidad nacional, transmitir los
valores de la sociedad liberal e inculcar una disciplina moral a la población.
1.2. EL
ESTADO DE BIENESTAR Y LA EDUCACIÓN COMO UN DERECHO SOCIAL
La aparición del Estado de Bienestar en el siglo XX
hizo posible que la tendencia iniciada en 1793 llegara a su culminación
consolidándose la educación como un derecho fundamental, es más, como un
derecho social, que exige la enérgica intervención del Estado. Marshall pone de
relieve la historicidad gradual del concepto de ciudadanía a través de los
derechos: derechos civiles (derechos de libertad, de propiedad, etc.) que
tuvieron plena vigencia desde la instauración del Estado liberal; derechos
políticos (derecho a la participación política mediante el sufragio universal),
que llegaría plenamente en el siglo xx y derechos sociales (sanidad, seguridad
social y educación), que no se conquistaron hasta la implantación del Estado de
bienestar. El Estado de bienestar supuso la extensión de la educación a todas
las clases sociales, y, la ruptura de la estructura bipolar de los sistemas
educativos, implantándose una educación común para toda la población, por tanto
con un currículo común y sin una selección temprana del alumnado. Es el momento
de la escuela comprensiva que aparece en los años cincuenta que trata de hacer
efectiva una política educativa orientada a expulsar de la escuela la
reproducción de las desigualdades sociales y educativas El currículo común, se
enfrentó pronto a innegables dificultades y deficiencias que requirieron
algunas soluciones, entre ellas la introducción de materias comunes y otras
optativas para compaginar los intereses de todos los alumnos con las
particularidades individuales.
1.3. ESTADO, NEOLIBERALISMO Y EDUCACIÓN
La profunda
crisis económica de los años setenta que precipitó la aparición de políticas
neoconservadoras y neoliberales -con una plasmación concreta en el Reino Unido
y en Estados Unidos en los gobiernos de Thatcher y Reagan-, seguida de la caída
del muro de Berlín en 1989 y el desplome del comunismo en la Unión Soviética en
1991, tuvieron consecuencias inmediatas mundiales para la socialdemocracia
europea, caracterizada desde su nacimiento por una opción clara a favor de las
libertades públicas y del sistema democrático. El Estado de bienestar fue
posible en los años cincuenta porque las fuerzas conservadoras aceptaron un
pacto para su creación ante la amenaza del comunismo. Desaparecido este, la
derecha no ve razones para mantener el pacto político, plantea la llamada
«crisis fiscal del Estado» e intenta liquidar el Estado de bienestar. Todos los
problemas se imputan al intervencionismo social y económico del Estado. La
nueva ideología -el neoliberalismo- aspira ser el «pensamiento único» del mundo
occidental, orientado hacia la consecución de un Estado mínimo, al triunfo de
la lógica del mercado, a la sustitución de las políticas keynesianas por las
monetaristas y a la reducción del gasto público social. Esta nueva ideología
pretende hacer sucumbir la idea de que el Estado, y no el mercado, puede ser un
instrumento idóneo para asegurar la producción, la distribución y el reparto de
bienes y servicios. La educación ha ocupado en el neoliberalismo un lugar importante.
Al sistema educativo se ha aplicado también el maniqueísmo que tiende a
minusvalorar lo público y a exaltar las bondades de lo privado. El impacto de
las políticas neoliberales en educación se centra sobre todo en la pérdida de
su carácter público, en la consideración de que la educación es un bien de
mercado sujeto a las leyes de la oferta y la demanda, desapareciendo de la vida
pública la concepción de la educación como un derecho social. La corriente
privatizadora de la educación ha utilizado importantes razones a su favor tales
como, la reducción presupuestaria, la necesidad de estimular y dinamizar las
instituciones escolares y la mejora del rendimiento escolar, partiendo de una
presunción, no probada, de que la escuela pública no es eficaz ni eficiente. No
obstante, los impulsores de la privatización conscientes de la fuerza de logros
educativos alcanzados por el sistema público a lo largo de dos siglos, optaron
por una doble red de centros de educación, públicos y privados. Los tres instrumentos
básicos esgrimidos por los neoliberales para la nueva orientación del sistema
educativo son: la calidad de la educación, la libertad de elección de centro
docente y la autonomía institucional de las instituciones docentes. La calidad
de la educación la identifican con el rendimiento escolar sin tener en cuenta
la desigual situación de partida del alumnado. La obsesión neoliberal es la
adquisición de conocimientos, olvidando otros elementos, igual o más
importantes, que la escuela debe realizar como son la formación general y
ciudadana de los alumnos, la orientación escolar, el mismo proceso de enseñanza
y aprendizaje, etc. Se opta por una concepción economicista de la educación y
se olvida la especificidad pedagógica. Se considera a la escuela como un bien
de mercado, una unidad de producción y, por tanto, es evaluada solamente en
función de los resultados que produce. El discurso de la libertad de elección
de centro docente, se contrapone al importante papel que debe jugar la
educación como factor de cohesión y de integración social. Las políticas
neoliberales combaten la presunta ineficacia de las escuelas públicas con la
idea de un mercado de bienes educativos donde cada familia puede elegir
libremente, es una variante del principio de libertad de enseñanza. La
autonomía de los centros docentes propuesta con la aspiración de fomentar la
capacidad de iniciativa de los centros, desemboca en la competencia entre las
escuelas. En virtud de la autonomía institucional el éxito o fracaso
corresponde ahora a los centros docentes, desplazando la responsabilidad de los
poderes públicos a los propios centros. La autonomía institucional, requiere
unos límites y unos medios. ¿Cuál es el margen de autonomía que se propone?
¿Cómo se resuelve la tensión entre la descentralización y autonomía
institucional y la unidad del sistema educativo?
1.4. ESTADO Y EDUCACIÓN HOY
Se puede
considerar que el Estado nacional se encuentra hoy en la dicotomía de ser por
una parte demasiado pequeño para poder afrontar los problemas derivados de la
creciente mundialización, y por otra demasiado grande para responder a las
demandas locales que justifican el auge del movimiento descentralizador. El
fenómeno de interdependencia e intercomunicación mundiales es un proceso
irreversible y pluridimensional. La globalización no es sólo un hecho en el
campo de la economía, hay también una globalización, laboral, ecológica,
cultural y social. La ideología del «pensamiento único» que aspira a través del
dominio del mercado modelar la sociedad, olvida aspectos de la globalización
realmente preocupantes y que requieren respuestas políticas, como son la
libertad de circulación de trabajo, daños ecológicos, diversidad cultural,
exclusión social, etc. Las incidencias de la globalización, de la
descentralización del Estado nacional, del crecimiento de los nacionalismos y
multiculturalismo, etc. plantean serios interrogantes sobre cuál será el papel
del Estado en el siglo XXI y qué papel jugará en el complejo mundo del siglo
XXI la educación pública. Es posible que el Estado nacional tenga que adoptar
una nueva forma y convertirse en otro tipo de Estado que tenga como meta
fundamental, hacia el exterior, el logro de la cooperación, y, hacia el
interior, la consecución de la cohesión territorial o nacional. Los sistemas
educativos públicos bien podrían seguir siendo una palanca, en los Estados que
decidan utilizarla, para reducir los riesgos de la creciente desigualdad y
exclusión social, para favorecer el sentimiento de identidad colectiva
múltiple, fomentar una lealtad plural a diversas comunidades que conviven en un
mismo territorio y promover la mezcla positiva de diversas culturas. La escuela
pública tiene el deber de hacer frente a las tendencias disgregadoras e
inculcar el sentimiento de pertenencia a una democracia deliberativa formando
ciudadanos educados en la virtud cívica y preparar a los futuros ciudadanos
para la sociedad del conocimiento, facilitando la igualdad de acceso a los
bienes de una cultura cualificada.
2. LAS POLÍTICAS DE MERCADO EN LA EDUCACIÓN
Las políticas de
mercado en el ámbito de la educación se han ido introduciendo durante las dos
últimas décadas en diversos países con el propósito de resolver los problemas
que afrontaban los sistemas educativos e incrementar el rendimiento escolar.
Los principales propagandistas del papel que el mercado debe desempeñar como
mecanismo regulador de los servicios públicos han sido los conservadores
británicos y la derecha estadounidense. Según su mensaje, que caló con rapidez
entre los responsables políticos y las clases medias, la causa fundamental del
declive educativo radica en la intervención desmedida del Estado en la
educación. La creencia de que la fuerza del mercado es la única capaz de
solucionar los problemas planteados en los sistemas educativos, se ha aplicado
a la educación igual que a otros campos de actuación tradicional del Estado
tales como la sanidad, los transportes, etc. con la pretensión de reducir
paulatinamente la acción estatal y conseguir un disminución del poder del
Estado.
2.1. LAS PROMESAS DEL MERCADO
Las promesas y
los programas de reformas educativas que proponen las políticas de mercado
aplicadas a la educación son básicamente: • La introducción de mecanismos de
competencia entre los centros escolares con el fin de desarrollar la capacidad
de iniciativa personal y colectiva de los mismos • La libre elección de centro
por parte de las familias, para lo cobra una relevancia importancia la
información a las familias. • La diversificación y enriquecimiento de la oferta
educativa. Los defensores de las políticas de mercado en la educación creen que
la competencia entre los centros y la libre elección, junto con la autonomía de
los centros y su consecuente diversificación, incidirán beneficiosamente en la
productividad educativa y en el rendimiento académico. La promesa del mercado
no se limita, según sus defensores, a la mejora de la productividad educativa,
sino que promete, incluso el aumento de la igualdad de oportunidades.
Argumentan que la libre elección de centro conlleva el abandono del principio
tradicional de conexión entre lugar de residencia y centro escolar y permitirá
que todos los alumnos, aún los menos favorecidos, puedan romper el círculo de
desventaja de las zonas o distritos escolares y elegir el centro escolar que
deseen.
2.2. LOS PELIGROS E IMPACTOS DEL MERCADO
Los argumentos y propuestas de las políticas
de mercado en educación son especialmente atractivos para determinados
responsables políticos que pretenden resolver los problemas detectados, y
evitar de paso las quejas cuando las cosas van mal, con el argumento que es el
mercado quien produce su propio orden, sin intervención estatal ni política.
Pero lo más preocupante es que el atractivo de las propuestas se ha ido
extendiendo durante los últimos años a las clases medias e incluso a algunos
sectores social-demócratas. En un contexto de mayor inseguridad social y
económica, la educación ha cobrado una importancia capital como medio de
protección a dicha incertidumbre generando una demanda de educación superior
muy elevada. La educación se ha convertido en un espacio de pugna entre los
diversos grupos sociales, con el fin de ocupar una posición privilegiada para
conseguir los títulos adecuados, lo que se ha acuñado con los términos
«sabiduría de clase» (Lauder y Hughes) y «capital cultural» (Pierre Bourdieu)
que los padres transmiten a sus hijos. El apoyo a las políticas de mercado por
parte de las clases medias podría responder al intento de procurar una posición
de ventaja para sus hijos reforzando los mecanismos de exclusión y debilitando
la aplicación del principio de igualdad de oportunidades. Las políticas de
mercado representarían el cambio de la competencia meritocracia, basadas en un
concepto de ciudadanía y en una cierta confianza en el Estado, por una
competencia «parentocracia» entre familias. Los riesgos del mercado abarcarían
la exclusión, la polarización en el acceso a los bienes educativos, la ruptura
de las concepciones meritocráticas y la aparición de nuevas fórmulas de
privilegio educativo que perjudicaría en mayor medida a los más desfavorecidos
La búsqueda de la evidencia de los logros y errores de aplicación de políticas
de mercado en la educación realizada por numerosos trabajos analíticos permiten
conocer el impacto de dichas políticas sin caer en la mera denuncia de sus
supuestos peligros.
2.2.1. La jerarquización de las
instituciones escolares
Los estudios realizados han puesto de
manifiesto que los efectos derivados de las políticas orientadas a la libre
elección de centros y a fomentar la competencia entre las escuelas han
conducido a una creciente polarización entre los diversos tipos de centros y un
reforzamiento del privilegio educativo de determinadas clases sociales. La
libertad de elección de centro no es aprovechada por todas las familias en la
misma medida. Los padres de clase media y alta, tienen más facilidad para
elegir los centros que prefieren para sus hijos, conocen las claves que
permiten orientarse adecuadamente en el nuevo mercado educativo y cuentan con
los recursos culturales y materiales para realizar con éxito una elección
adecuada. La disponibilidad de tiempo o de recursos para enviar a los hijos a
centros distantes constituye asimismo un elemento diferenciador importante a la
hora de la elección de centro. La competencia entre centros, produce
inevitablemente una jerarquía de las instituciones escolares., Las situadas en
los escalones superiores, las más prestigiosas y solicitadas, reciben una
demanda de plazas superior a su capacidad real, y, en consecuencia, pueden
elegir a sus alumnos y desestimar las solicitudes de los alumnos más
conflictivos, o con menos probabilidad de obtener un buen rendimiento académico
o procedentes de sectores desaventajados. Hay una probabilidad significativa de
que los alumnos de mayor capacidad socioeconómica sean aceptados en esas
escuelas. Por el contrario las escuelas situadas en escalones inferiores
carecen de prestigio y no llegan a cubrir sus plazas con la demanda que
reciben. Mientras que unas escuelas consiguen mantener un alumnado perteneciente
en su mayor parte a la clase media y con alto rendimiento académico otras se
ven obligadas a atender a un alumnado conflictivo y desfavorecido, que a su vez
alejará de sus aulas a quienes puedan aspirar a otro tipo de centro entrando en
lo que se ha denominado «espiral de la decadencia» (Lauder y Hughes) que les
conduce irremediablemente a la exclusión. El impacto de la libertad de elección
en el sistema educativo es muy diferente al anunciado por los defensores de la
misma. Los que eligen realmente son un grupo de familias y una cierta categoría
de centros.
2.2.2. Efectos sobre el funcionamiento de las
instituciones escolares
La incidencia
del mercado y de la competencia se aprecia sobre todo en dos ámbitos: en la
dirección de los centros y en el trabajo de los docentes. Los directores son en
última instancia los responsables de la supervivencia de la escuela, se ven
obligados a satisfacer a sus clientes, a mantener el impulso competitivo, a
gestionar eficazmente el presupuesto y los recursos disponibles, en
consecuencia se han ido distanciando de la cultura docente tradicional y ha
surgido un divorcio creciente entre la dirección y el profesorado. Por otro
lado, las políticas de mercado van unidas generalmente a una reducción
presupuestaria y a una reducción de plantillas repercutiendo en un trabajo
mayor para los docentes. Algunos rasgos que caracterizan el funcionamiento de
los centros escolares que se implican en una carrera competitiva son los
siguientes: buscan soluciones rápidas la mayoría de las veces superficiales y
de corto alcance para los problemas, priorizando una buena imagen externa del
centro; evitan los alumnos problemáticos desviándolos hacia otros centros de
menor prestigio; practican una diferenciación interna de los alumnos según su rendimiento
académico y concentran el trabajo escolar en una gama limitada de actividades
descuidando la dimensión social de la educación. Por otra parte la introducción
de prácticas de mercado en los centros escolares y la consideración del
alumnado como una mercancía favorece el desarrollo de un currículo oculto:
priorizar lo que puede aportar a la escuela el alumno en vez de lo que la
escuela debe aportar al alumno. Por último señalar que en una escuela
competitiva no cabe los planteamientos comprensivos, estos son sustituidos
por--un sistema diferenciado y estratificado.
2.2.3. Efectos sobre el rendimiento
educativo
El tercer aspecto que conviene considerar es
el referente a los resultados académicos producidos por la aplicación de
políticas de mercado. Los estudios realizados, aunque escasos en este aspecto,
indican que en conjunto no hay una mejora generalizada del rendimiento
educativo, aunque las escuelas de las zonas más favorecidas aumentan
ligeramente su rendimiento, mientras que las de zonas más desfavorecidas lo
disminuyen. Se puede afirmar que los mercados educativos no aseguran la equidad
ni la eficiencia, lo que hacen es facilitar que unos grupos sociales se
favorezcan más que otros, y si cabe, se favorezcan a expensas de los otros.
2.3. CONSIDERACIONES PARA LA CONSTRUCCIÓN DE
UNA POLÍTICA EDUCATIVA ALTERNATIVA A
LA DEL MERCADO
La primera
consideración radica en que las políticas del mercado no forman un bloque
monolítico y coherente. Algunos de sus elementos más característicos, la libre
elección y la autonomía de los centros, son en cierta manera contemplados en
nuestras actuales leyes, pero con un tratamiento regulador, para controlar sus
efectos perversos, que es preciso vigilar y en su caso modificar, para evitar
consecuencias negativas para la escuela pública. Una segunda consideración es
que las políticas educativas exigen ser concebidas, analizadas y aplicadas en
función de su contexto concreto. Y una tercera y última es considerar la
inutilidad e inconveniencia de adoptar posturas puramente defensivas ante los
cambios que se producen.
3. LOS PROBLEMAS DE LA ESCUELA PÚBLICA
3.1. PROBLEMAS
DE CARÁCTER INTERNO Algunos de los problemas más relevantes con los que se
enfrenta hoy la escuela pública son de carácter interno, entre los que cabe
destacar: • El alto número de alumnos necesitados por diversas causas de una
atención especial (aprendizaje lento, minorías étnicas, hijos de emigrantes,
los llamados objetores escolares) concentrados en la escuela pública origina
una cierta "guetización" y produce la huida de alumnado procedente de
las clases medias al sector privado. • Un deficiente equipamiento,
estancamiento de los gastos de funcionamiento y el recorte o supresión de
programas específicos de apoyo. • Una estructura física, gerencial y académica
que separa drásticamente a las enseñanzas infantil y primaria de la secundaria
y una ausencia de mecanismos de coordinación entre la enseñanza primaria y
secundaria. • Un profesorado -sobre todo en la enseñanza secundaria- ampliamente
desmotivado, en gran medida en desacuerdo con la reforma de 1990, que considera
que ha perdido prestigio social y que encuentra nulo apoyo tanto de la
administración pública como de las familias y de la sociedad. Un profesorado en
su mayoría sin una profesionalidad basada en la idea de servicio público, con
un cierto gremialismo o corporativismo acompañado de una patrimonialización de
lo público. • La existencia de un modelo organizativo que permite, en relación
con la función directiva, la coexistencia de cuatro modelos antagónicos: el
tradicional de índole centralista; el democrático-participativo; el del
liderazgo pedagógico; y el del manager o gerente competitivo (Viñao, 1999).
3.2. PROBLEMAS
DERIVADOS DEL CONTEXTO POLÍTICO Y SOCIAL
En estrecha relación
con la problemática interna, y, en estrecha relación con ella, existen un buen
número de problemas externos a los centros públicos que proceden del contexto
político y social. Desde la llegada al poder en 1996 del PP se ha desarrollado
y aplicado una política neoliberal dirigida a fortalecer y expandir la
enseñanza privada en todos los niveles educativos mediante la aplicación de las
siguientes medidas: • El descenso o estancamiento de los fondos públicos
destinados a la educación y su redistribución a favor de la enseñanza privada.
• La extensión de los conciertos a los niveles no obligatorios -educación
infantil- y a centros docentes no concertados por razones sociales o
ideológicas. • La conversión de hecho de los conciertos en subvenciones no sometidas
a exigencia de ninguna índole. • El apoyo o permisividad a muchos centros
privados a una selección directa o indirecta de su alumnado. • La ausencia de
control sobre la proliferación de las universidades privadas, y su
consideración como si fueran públicas a efectos de concesión de becas y ayudas
a la investigación, ayudas financieras directas o indirectas, etc. Destaca la
anómala creación de las «universidades católicas» mediante la dudosa
interpretación de los Acuerdos con el Estado Vaticano de 1979 que les exime de
su reconocimiento legal. • La aplicación al sector público de técnicas de
gestión propias del sector privado, entre las que cabe destacar, la aplicación
de planes de mejora a los centros basadas en decisiones de los equipos
directivos, desplazando de este modo a los centros la responsabilidad de
aplicar políticas públicas a la mejora de calidad educativa. Entre los
problemas procedentes o relacionados con el sector social destacan
fundamentalmente dos: • Una especial resonancia o atractivo que el discurso
sobre la libre elección de centros encuentra entre aquellas clases o grupos
sociales, que han sido los que habitualmente han nutrido las aulas de la
escuela pública y buscan una movilidad social ascendente. • La falta de un
clima social en el que predominen los valores de una sociedad civil, cívica y
laica y una ética o moral ciudadana de lo público. Valores que hicieron posible
en determinados momentos -por ejemplo en la II República- llevar a cabo una
materialización de la escuela pública laica. La escuela pública queda en cierta
medida despojada de su legitimidad social como proyecto basado en unas
determinadas ideas v valores históricamente ligados a su génesis - justicia
social, laicismo, pluralismo, formación de ciudadanos, igualdad, participación,
modernización etc.
3.3. SIGNOS DE
IDENTIDAD DE LA ESCUELA PÚBLICA
Por otra parte,
si consideramos los signos de identidad o caracteres de la Escuela Pública:
científica, laica, gratuita, democrática y comprensiva (Luis Gómez Llorente
2000), y, los constatamos con los rasgos de las escuelas actuales de
titularidad pública, no es de extrañar que más de uno se haya preguntado: ¿ES
PÚBLICA LA ESCUELA PÜBLICA? Las características que realmente tienen las
escuelas de titularidad pública están a veces muy alejadas de las que deben
cumplir la escuela pública: solidaridad, gratuidad, integración, laicismo, cientifismo,
comprensividad, participación, tolerancia, inserción en el entorno, etc. La
titularidad pública de los centros, no garantiza, por sí sola, el carácter
público de los mismos. Existe una clara tendencia neoliberal de considerar
pública toda enseñanza en lo que se refiere a su financiación, ya sea mediante
conciertos, subvenciones, deducciones fiscales o cheque escolar, y, privada en
cuanto a su organización, funcionamiento y gestión. Existe también una
tendencia a considerar los centros de titularidad pública como algo residual o
subsidiario a mantener allí donde la iniciativa privada no esté presente o sea
necesario atender a aquellos alumnos que la iniciativa privada rechace. Según
el autor lo que define a una institución educativa como pública, desde un punto
de vista ideológico, no es su titularidad, ni su financiación, sino la
aceptación de un determinado ideario o ideología, que puede darse desde un
centro de titularidad pública, privada o de naturaleza mixta.
3.3.1. Algunas posibles soluciones a los
problemas de la escuela pública
Toda política a favor de la escuela pública debe por
tanto, continúa el autor, separar los dos conceptos de escuela pública y
escuela de titularidad pública. Cualquier solución o salida al actual
predominio social del discurso sobre la libertad de enseñanza como libertad de
elección de centro exige, por inconstitucional e inviable, desechar la idea de
que desde el poder político es posible llevar a cabo el ideal de la escuela
pública. El pasado nos enseña que las reformas educativas llevadas a cabo en el
primer bienio de la II República fueron posibles por la existencia previa de
una red de asociaciones e instituciones - Casas del Pueblo, escuelas
racionalistas, Ateneos, Institución Libre de Enseñanza, etc.- que con
anterioridad habían pretendido parte de la ideología que animaba dicha reforma.
Y el pasado más reciente nos enseña que cuando, tras la llegada al poder del
partido socialista en 1982, se pretendió hacer pública -ideológicamente- la
escuela de titularidad pública y la que sin serlo recibía fondos públicos, la
carencia de una base social e institucional en la que apoyarse ha conducido al
fracaso generalizado de dicho intento tras el cambio político de 1996. Por el
contrario sí existían modelos confesionales y segregadores que disponían de una
estructura institucional asentada. Una estrategia o política gradual a favor de
la Escuela pública exige varios frentes: • El frente ideológico, de análisis
crítico de las propuestas neoliberales y neoconfesionales, paradójicamente
unidas en España. • La formulación y aplicación de un curriculum -objetivos,
contenidos y metodología- que sea la concreción pedagógica de los signos de
identidad y del modelo de Escuela pública. • La configuración de una red de
sociedades e instituciones docentes y culturales que promuevan el debate
teórico y la realización práctica del modelo de Escuela pública. • Un modelo de
formación del profesorado que aúne formación y selección. • El abandono de la
identificación entre escuela de titularidad pública y Escuela pública. • Un
acercamiento de los centros privados concertados, que se muestren ideológica y
prácticamente afines al proyecto de Escuela pública, a los de titularidad
pública mediante diversas fórmulas (pago directo al profesorado, intervención
pública en la selección del personal docente de los mismos, etc.) • La
elaboración de un programa político en apoyo a las estrategias «societarias»
indicadas, y a otras, como son: la redistribución de los alumnos que precisen
una atención educativa especial entre todos los centros que reciben fondos
públicos; el establecimientos de medidas favorecedoras para aquellos centros
que pese a lo anterior escolaricen un porcentaje importante de dichos alumnos;
la denuncia de los acuerdos de 1979 con el Vaticano, etc.
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